Podemos ser amigos de la gente mayor

Compartimos con vosotros el reportaje del Dani Cortés Morés titulado Podemos ser amigos de la gente mayor y publicado en su blog “El principi”:

“Nunca pensé que el peor de hacerse grande sería la soledat”. Esto es el que lamenta la Concepción, de 92 años mientras mira por una ventana. Si soléis viajar en Metro por Barcelona habréis visto muchos carteles como este, que encomiendan a enviar un “SMS solidario” para ayudar una asociación llamada “Amigos de la Gente mayor”.

Se trata de una organización que lucha contra la soledat de las personas grandes. Se encargan de hacer que se vuelvan a sentir vivos dentro de la sociedad, gracias a un millar de voluntarios que los acompañan y organizan actividades y talleres.
El el pasado jueves, 12 abuelas participaron a una sesión de risoteràpia organizada por los Amigos de la Gente mayor y se sintieron menos solas durante una tarde.

La actividad empezaba a las cinco de la tarde, pero a dos cuartos ya había cuatro mujeres en la sede de la entidad esperando que todo empezara. La Flora, Ramona, la Montserrat y Esther hablan entre ellas y los pregunto qué han venido a hacer. “Ah no sé, a mí me trucaron por sí quería venir, y he venido!”, responde la Flora. “Algo de risoteràpia, pero no sé muy bien como va…”, dice Ramona. “Yo siempre me lo paso muy bien, aquí”, confiesa. Ellas hace unos cuántos años que conocen los Amigos de la Gente mayor, pero la entidad tiene mucha más historia.

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Para conocer los orígenes de los Amigos de la Gente mayor hay que remontarse al final de la Segunda Guerra Mundial. En aquel momento en París, un noble llamado Armand Marquiset creó Las pequeños frères des Pauvres con el objetivo de ayudar quienes lo necesitaban, en especial a la gente mayor. El 1987 Las pequeños frères des Pauvres llegó a Cataluña gracias a unos funcionarios de la Generalitat a quienes los interesó el proyecto. “Entonces éramos tres y el sombrero. Hemos ido creciente y cambiante, pero mantenemos la misma esencia”, explica en Mauricio Blancafort, voluntario casi desde el principio.

Esta esencia se basa en una reflexión sobre la importancia de las relaciones sociales. Se dieron cuenta que los humanos somos seres sociales por naturaleza y que destinar el tiempo a las relaciones sociales es muy enriquecedor. “El problema llega cuando uno se queda solo y no puede relacionarse con nadie”, reflexiona Blancafort.

La Flora explica que tiene tres hijas. Una está en Portugal, la otra en Londres y la otra vive “junto a casa”. Pero no la venden a ver mucho. Sólo la visitan “cuando hay que hacer algo importando en casa”. a Esther confiesa que si no fuera por la actividad que organizan los Amigos de la Gente mayor, “estaría mirando la caixatonta, y cualquier cosa es mejor que la televisión”.

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“Es muy injusto porque la sociedad lo han construido generaciones y generaciones y sus representantes vivientes son la gente mayor. Y nosotros los depreciamos”, explica en Mauricio Blancafort. “Los abuelos se traen bien con todo el mundo, y saben qué necesita cada generación, pero no los volvemos todo el que nos han dado”, añade.

El que hacen los Amigos de la Gente mayor es volver a enchufar toda esta gente a la sociedad. Por eso, la finalidad principal de la entidad es “atender a las personas grandes que comparten un mismo sentimiento: la soledat”, según explican en su web. “Son personas muy envejecidas que no se sienten bastante apoyadas por su entorno y necesitan la compañía de un voluntario que los apoye”.

Una vez a la semana, un voluntario visita una persona grande y lo acompaña durante dos horas. “ puedes tener una relación muy superficial, pero cuando entras en el sustrato más personal y consigues sacar las batalletes, voces que detrás de cada persona hay una vida, que son unos supervivientes”.

En Mauricio Blancafort explica que no se cansaría nunca de hablar con ellos: “La sociedad nos ha segmentado, y nos ha dicho que tenemos que ser amigos de la gente de nuestra edad. Pero bien es verdad que yo puedo ser amigo de un abuelo!” A buen seguro que pocos tienen un amigo que, como dice en Mauricio, los espere con tanta ilusión como lo hacen ellos o que los diga que “eres como un ángel caído del cielo”.

Con las cifras sobre la mesa, en 2013 acompañaron a 861 personas, de las cuales un 88% eran mujeres y un 12%, hombres. De hecho, según un estudio del año 2008, el perfil de quien recibe el apoyo del Amigos es el de una mujer de entre 85 y 95 años, que vive sola, no tiene hijos y tiene unos ingresos mensuales de entre 500 y 800 euros. Además, los voluntarios de los Amigos de la Gente mayor son su principal apoyo social.

Y es que los voluntarios son la pieza clave de la entidad. Cada cual tiene una historia última que lo lleva a llegar a participar. “Con 19 años tuve un accidente de moto y tuve que estar un más al hospital, cosa que me hizo reflexionar sobre qué había hecho a la vida”, explica en Mauricio Blancafort. “Vi que había estudiado, tenía una novia y me lo había pasado bien, pero aparte de esto, no había hecho mucho cosa”. Fue entonces cuando en Mauricio empezó a colaborar con los Amigos de la Gente mayor haciendo trabajos intermitentes, y con el tiempo llegó a ser el presidente de la entidad.

Hay otros voluntarios que llegaron por casualidad. Carme es un ejemplo. “Un día estaba paseando por la calle y unos voluntarios me pidieron si quería hacer una donación a la entidad”, explica, “Yo dije que no podía colaborar con dinero, pero sí con tiempo. Entonces me hice voluntaria”.

Unos se hacen voluntarios y otros se hacen donadores. Y es que el enorme trabajo de la entidad requiere de una financiación, que llega mayoritariamente de las donaciones de particulares y socios. De hecho, el 35% de los ingresos en 2013 correspondían donaciones de particulares. Llama la atención el hecho que buena parte de estas donaciones provengan de mujeres de más de 60 años, es decir personas que dentro de unos años podrían necesitar la compañía de los voluntarios.

El president Mas participa en la iniciativa

El presidente Mas participa en la iniciativa

El número de donaciones y de inscripciones va ligado ligado a la capacidad que ha tenido la entidad para darse a conocer. En un año, se han doblado el número de apariciones de la entidad a los medios y se han triplicado sus seguidores a Facebook. Àlex Gutiérrez, responsable de Prensa de los Amigos de la Gente mayor, dice que su objetivo es “concienciar la sociedad sobre la soledat que sufre la gente mayor”. Uno de los acontecimientos que ha dado más visibilidad a la entidad ha sido la campaña Rosas contra el olvido. Consiste a llevar una rosa a una persona grande que viva suela el día de Sant Jordi. participan personalidades como el Presidente Artur Mas o el periodista Albert Olmo. “Es la campaña donde históricamente destinamos más esfuerzos de sensibilización y de la manera en que la entidad y su acción social son más conocidas”, explica Gutiérrez.

Aparte del acompañamiento a domicilio, los Amigos también hacen actividades y talleres para la gente mayor, como la sesión de risoteràpia del pasado jueves, que dirigió Ana, que es voluntaria desde hace 5 años. “Yo no zoco ninguna experta en risoteràpia, eh?”, avisa. Pero cada voluntario colabora como bote.

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Cada vez va llegando más gente a la sede de la entidad, que es donde se hace la actividad. Las avies llegan acompañadas de un voluntario que los ha ido a buscar en casa. A la Flora, Ramona, la Montserrat y Esther, se unen otras 8 mujeres grandes y 6 voluntarios (4 mujeres y 2 hombres). Ana quiere hacer una advertencia a todas: “No tenéis que tener miedo a hacer el ridículo. Hemos venido a reír!”. Por sus caras, parece las avies no tienen muchas ganas de hacer el ridículo, pero esto es sólo al principio.

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Bien pronto queda claro que nadie tiene vergüenza y todo el mundo participa con muchas ganas. La primera actividad que propone Ana consiste a simular que todos son un grupo de chinos que viajan a una granja. Siguiendo los gestos que hace la monitora, todas unen las manos haciendo un saludo chino y dicen Onichiuà. Después imitan un perro, un gato, un caballo, gallinas, patos, cerdos, y… cuando los dicen que tienen que imitar un asno se hace el silencio. Nadie sabe qué ruido hacen los asnos. De repente, una abuela hace ihà-ihò. Todas ríen y siguen al próximo juego.

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Ahora toca ponerse sombreros y pelucas y leer el texto de una tarjeta de manera divertida, “como si se tratara de un casting”, dice Ana. Las frases que interpretan dan risa mucho, y cómo que lo dicen con sombreros de vikingo o de demonio, todavía es más gracioso. No hay ningún tipo de sentido del ridículo, y por eso todo es tan divertido. Aún así, hay un problema. Una de las abuelas es ciega. “Pobre, como lo hará?”, pensamos algunos. Pero de nuevo, sorprendida. Una voluntaria le dice al oído qué tiene que decir y ella, con su sombrero de Mary Poppins, lo recita muy bien como si fuera una actriz profesional.

Y así, entre reír y reír, siguen con todas las otras actividades. Se nota que todo el mundo tiene muchas ganas de pasárselo bien y de risa. A pesar de que muchas acaban de conocerse, parecen un grupo de buenas amigas que tenían ganas de verse. Cuando acaba la risoteràpia, las caras de la gente mayor y de las voluntarias ha cambiado. Es cómo si se hubieran vuelto a llenar de vida. La soledat o las enfermedades han desaparecido y se preparan por la merienda que los han preparado los Amigos de la Gente mayor.

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Entre entrepanet y entrepanet, la Flora explica con alegría que se ha divertido mucho. De hecho, todo y sus dificultades para moverse y para expresarse debido a una enfermedad, es quien más ha participado. Cuando había que bailar, bailaba. Cual había que hablar, hablaba. Y cual había que reír, reía. Costa de entender que alguien con tanta energía pueda estar tanto sola. “La gente que acostumbra a participar a los talleres tienen muchas ganas de estar bien”, explica una voluntaria. “Por mí son unos héroes”.

Hay otra voluntaria y una mujer grande que parece que sueño muy amigas. “Nos conocemos de hace tiempos, nosotros”, dicen. Incluso, han ido de fiesta juntas. “Por San Juan todo el mundo estaba muy aburrido y nadie bailaba, y las dos alegramos la noche”, recuerda la mujer grande. La voluntaria explica que ella hace 15 años que colabora con los amigos. Y hacer de voluntaria también lo ha ayudado. “Esto es más que casa mía. Todas las abuelas me estiman y juntándolas a ellas, me ayudo a mí misma”.

De repente se hace el silencio. Una de las abuelas, de 91 años, quiere explicar una historia de su infancia:
“Yo viví en Francia, y cuando volvía de la escuela pasaba por ante una tienda de juguetes. Al escaparate siempre miraba una muñeca que abría y cerraba los ojos, pero mis padres no me la podían comprar. Cuando teníamos que volver a Barcelona, la mujer de la tienda nos dijo a mi hermana y a mí: Escoge el que quieras. Yo pensé rápidamente en la muñeca, y hasta hace poco que lo he conservado. Oi que es bonito?” El resto de mujeres responden con un aplauso.

Entre conversación y conversación, y entre risa y risa pasa la tarde. Cuando marchan, saben que los tocará estar suelas, al menos hasta que a la cabeza de unos días las vaya a ver en casa suya un voluntario. Quizás sí que sueño unos supervivientes. Sobreviven cada día a aquello que hace más miedo: estar sólo. La sociedad los ha abandonado, y los Amigos de la Gente mayor los recuperan, porque los necesitamos.